Cómo se gestó Unión por la Patria y porqué Massa se queda de ministro
Sergio Massa continuará su campaña hacia la Presidencia como ministro de Economía de la Nación mientras que lo que eventualmente se le venga por delante no determine otra decisión. Por ahora está cómodo en el doble rol, lo maneja con la ductilidad de alguien que ya tiene experiencia en situaciones complejas y además esta situación le trae sin dudas más beneficios que incompatibilidades.
Quedarse en la gestión siempre fue absolutamente imprescindible. Cuentan algunas fuentes precisas que, en una ocasión durante las tensiones del cierre, el ministro de Economía confeccionó una lista de 26 funcionarios de distintas áreas -de alto rango y no solo de la suya- que renunciarían al mismo tiempo, y con ese papel en la mano, encaró la charla con la actual vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. Ejerciendo una presión a la que él tildó de “responsabilidad política ante la situación”, describió ante ella el panorama que se avecinaba si eso sucedía y se decidía avanzar con la interna de “Wado” y Scioli: en dos días (el lunes), tras las renuncias, el dólar estaría en mil pesos, el gobierno se caía, la carrera política de muchos de ellos también, ni hablar de las elecciones, además del brutal desmoronamiento del tema social y del frente externo, un tsunami perfecto. “Wado” recibió la llamada que no deseaba y la retrasmitió. El gasoducto mostró la continuidad de la escena. Todo bien, al menos entre ella y él.
Con esa mirada aguda, realista y punzante fue con la que se gestó la “fórmula de Unidad” de Unión por la Patria, desde la cumbre del poder. Todos fueron entendiendo, algunos más temprano que otros, la necesidad de terminar con los gestos de beligerancia interna feroz, esa artillería incesante entre los tres bunkers (Rosada, Economía y Patria) para dar paso a una estrategia más inteligente que empezara por la unidad genérica con la válvula de escape y de seguridad, en este caso Juan Grabois, y que luego esa propuesta fuera creciendo a medida del crecimiento de la confianza y del compromiso de todos por mutua conveniencia.
El rol del Estado es la principal coincidencia en términos generales de todos aquéllos que se alistaron bajo el paraguas de Sergio Massa. Todos saben perfectamente el pensamiento del ministro/candidato en lo que respecta a la interacción del Estado con el sector privado. Massa no lo toma como un tema ideológico sino con la visión que ninguno puede ser un estorbo para el otro, ya que en el medio siempre está la gente y las contradicciones violentas la mantienen de rehén. Hay cuestiones indelegables en ambos lados del mostrador y lo mejor es armar el mejor rompecabezas posible de acuerdo a los objetivos planificados. El crecimiento permanente y una mejor distribución del mismo. Pero para ello falta mucho, por eso piensan que es indispensable que el candidato de Unión por la Patria siga comandando este gobierno con el ritmo que le imprime, más allá de que los resultados no siempre acompañen. Enseguida habrá un Plan B allí. Es su estilo, hasta no terminar no se va nadie.
Otro punto de acuerdo entre todos los sectores es que lo mejor que le puede pasar al país es sacarse al Fondo Monetario Internacional de encima lo más rápido posible. Están pensando hacerlo con un porcentaje previamente acordado con ellos del crecimiento anual y no con la idea de seguir endeudándose mientras se contrae el PBI de la Argentina. Esa no es una opción para Massa.
Esto no quiere decir que no haya puntos de vista diferentes o matices entre los integrantes de esa fuerza política, pero si algo lo terminó a convencer al tigrense del pragmatismo que hay que tener con sus amigos americanos, fue timonear la economía en este tramo de la historia argentina. El mundo está cambiando y al momento de escribir estas líneas, el ministro suspendió el viaje de la comitiva a Estados Unidos a ver al FMI, al tiempo que “vieron con buenos ojos” la atrevida iniciativa de China de ayudar a la Argentina con el pago de sus deudas.
La inauguración del gasoducto Néstor Kirchner el fin de semana pasado y la que se viene antes de fin de año del Sistema Riachuelo (mega obra con 4 millones de beneficiarios) constituyen hitos estratégicos para nuestro país. Massa tuvo mucho que ver con estas transformaciones y es ahí donde busca mostrar el perfil o el modelo de gestión que desea encarar, a la vez que diferenciarse de la idea de “continuidad”. Ponerle su impronta –además de la unidad- es la estrategia del momento.
Por todas esas razones es que tendremos ministro y candidato hasta que Massa entienda que la ecuación costo beneficio se altera para bien cambiando, ya con los deberes hechos y renunciando. Allí recién quedará su delfín hasta el final. Y él irá en busca de la gloria que tanto le viene costando.